Aunque se pueden citar otros precedentes, ya sea en el mundo clásico o en otras culturas, convencionalmente se sitúa el nacimiento de la teoría actual de la probabilidad en la correspondencia mantenida entre Pascal y Fermat en 1654, a cuenta de una supuesta paradoja detectada por Monsieur le Chevalier de Méré en sus juegos de apuestas (Gillies, 2000).
Había observado le Chevalier de Méré, aparentemente un apostador asiduo, que en el juego consistente en sacar al menos una pareja de seises en una serie de veinticuatro lanzamientos de dos dados, existía desventaja en las apuestas (es decir, una probabilidad de ganar el juego por debajo de 0.5); conclusión que por otra parte ilustra una extraordinaria capacidad de observación en Monsieur le Chevalier de Méré, pues cálculos rigurosos ilustran que esta probabilidad es en efecto 1 – (35/36)24 = 0.4914, es decir, inferior a 0.5 en el tercer decimal. Sin embargo, le Chevalier de Méré encontraba frustrante que esta excelente observación empírica suya no pudiese justificarse por medios matemáticos, pues según su razonamiento la probabilidad debería ser superior a 0,5: al existir 36 posibles resultados en cada lanzamiento, y efectuarse 24 lanzamientos independientes, dicha probabilidad debería ser, según él, 24/36.
Pueden apreciarse en el razonamiento de le Chevalier de Méré fallos elementales en la argumentación combinatoria, que Fermat supo desde luego corregir e incluso extender a casos más complejos. Sin embargo, desde el punto de vista del desarrollo histórico, la conclusión fundamental de este relato que de otro modo sería anecdótico es que la teoría moderna de la probabilidad se originó en el estudio sistemático de los juegos de azar. Este es un hecho que tuvo no poca importancia en los primeros desarrollos de la concepción de la probabilidad, como se describirá en las siguientes secciones, y que como explica Gillies (2000), no es en sí mismo azaroso. En efecto, los juegos de azar pueden considerarse como dispositivos experimentales sencillos y, con la mejora en las calidades de fabricación de dados, ruletas y otros dispositivos respecto de los huesos o piedras que solían emplearse en los juegos del mundo clásico, altamente reproducibles, lo que permitía una contrastación fácil y fiable (y, spara los aficionados a las apuestas, muy gratificante y retributiva) de las predicciones de la teoría. En cambio, en otros posibles campos de aplicación de la teoría de la probabilidad quizá hoy en día más relevantes, como los orientados hacia la estadística, los desarrollos, que seguramente habrían conducido a concepciones primigenias de la probabilidad diferentes, fueron mucho más lentos, debido a la mayor complejidad de los sistemas que se pretendía analizar. Así, aunque por ejemplo ya en 1662 John Graunt publicó sus Natural and Political Observations on the Bills of Mortality, con las que intentaba realizar un estudio estadístico de cuestiones relacionadas con la natalidad, las enfermedades y la mortalidad, que habrían podido ser de interés, entre otros, para las compañías de seguros, la influencia práctica de este tipo de esfuerzos fue hasta el s. XX prácticamente nula.
Referencias
Gillies, D. (2000), Philosophical theories of probability. Abingdon: Tylor & Francis Group.
Esta entrada forma parte de De Keynes a Ramsey: el desarrollo de la teoría subjetiva de la probabilidad.