El Blog de Alerce

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La Bendición de Vivian, de Raúl Alcantarilla

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Lug es un antiguo mercenario que vive un retiro dorado tras los fogones de la posada que regenta. Le acompaña Gwenllian, la camarera de la posada, una atractiva y enigmática mujer que parece profesarle algo más que amistad y respeto profesional. Pero bajo esta fachada aparentemente idílica, hay algo extraño que ata a Lug al bosque que rodea la posada, y en Gwenllian también hay más de lo que se ve a simple vista. Y cuando llega el invierno y la nieve amenaza con cerrar los caminos, y comienzan los incidentes, y luego las muertes, está claro que algo no anda bien en el bosque.

Con este planteamiento arranca La Bendición de Vivian, una novela de fantasía de Raúl Alcantarilla publicada por Artifex Editores. Y si las novelas de fantasía son en parte evasión de la gris realidad, tengo que empezar diciendo que en esta época del año, en la que tras cada semana de trabajo inacabable parece venir otra igual o peor, más de una vez me he imaginado siguiendo los pasos de Lug, o, antes de él, los de Caramon o Kvothe, y mudándome a una cabaña en el medio de algún bosque remoto. Hay algo extrañamente atractivo en la fantasía de sentarse detrás del mostrador de una posada perdida del mundo a ver la vida y la gente pasando. Así que está bien que la novela nos recuerde que la vida de hostelero en la frontera de la civilización tampoco es fácil  (aunque este aspecto, seguramente por ser más realista, no puedo o no quiero acabar de creérmelo del todo), y que nos asegure que incluso hasta allí van a perseguirnos los clientes indeseables, las facturas a final de mes, los competidores que juegan sucio o las criaturas sedientas de sangre que acechan en los bosques colindantes.

Pero dejando de lado esta pataleta personal (a ver si llegan pronto las vacaciones), uno de los temas más interesantes de la novela posiblemente sea el tratamiento de las familias, llamémoslas así, menos “tradicionales”. Alguien (me gustaría recordar quién) ya dijo que la familia como institución sin duda siempre seguirá existiendo, pero que nadie podría aventurar en qué se va a transformar o qué será esa cosa que la gente seguirá llamando y considerando su familia. Y también en este aspecto, las novelas de fantasía siempre han sido un refugio para imaginar cómo nos gustaría que fuesen las cosas, y al tiempo para reflejar cómo son realmente. El autor menciona Tehanu, de Ursula K. Le Guin, como inspiración en este tema, y a este precedente me gustaría añadir otro que la lectura de La Bendición de Vivian me ha traído a la memoria: La Estatua de Piedra, de Louise Cooper (aunque, por los datos de su biografía, me atrevería a suponer que el autor no ha leído este segundo libro: muchas de las obras de aquella “edad de oro” de la fantasía están muy olvidadas, y además, aunque uno quiera leerlas, no siempre es fácil conseguirlas).

Si comparamos a Gwenllian con las protagonistas de estos otros dos libros, hay que admitir que parece que a ella las cosas le van algo mejor. Tehanu es a la que “todos temerán”, pero al tiempo nunca deja de ser Therru, la niña rota por la crueldad humana y separada permanentemente de los demás por las barreras de la compasión y la repulsión; solo ocasionalmente esas barreras caen en parte frente a personajes tan rotos como ella. Y en cuanto a Ghysla, lo más que consigue en la Estatua de Piedra es que cuando le piden que se marche y se muera de una vez, lo hagan manteniendo las apariencias de una fría educación. Siendo bien pensados, que a Gwenllian le vaya mejor se podría interpretar como un signo de que los tiempos han ido progresado (y pensando mal, de que las autoras de esas otras dos obras eran mujeres,  y que Raúl Alcantarilla, como hombre, no se ha visto expuesto a las mismas situaciones que ellas y puede por lo tanto mantener una visión algo más positiva). Pero, también en este aspecto, en la novela el retrato de la realidad se superpone al deseo de la fantasía, y no puede dudarse que la situación de Gwenllian está lejos de ser perfecta: en su relación con Lug, los esfuerzos y los riesgos parecen estar repartidos de una forma un tanto desigual.

Sería por lo tanto interesante ver cómo progresa la relación entre Lug y Gwenllian. Es posible que el autor no nos lo muestre: da la impresión de que la novela está concebida como obra única y no como saga, y cierra bien como tal. Así que depende de cada uno de nosotros, sus lectores, imaginar lo que podría ocurrir a continuación.

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