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Los oratores como grupo social en Occidente

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La división de la sociedad feudovasallática occidental en tres sectores: bellatores, oratores y laboratores, es un concepto clásico que ya se encuentra en documentos tan tempranos como la traducción de la Consolación de la Filosofía de Boecio encargada por Alfredo el Grande, datada a finales del s. IX.

El grupo de los oratores está conformado por los eclesiásticos, y, junto con la aristocracia que forma el grupo de los bellatores, puede considerarse que constituye la minoría dominante y directora tanto de la vida espiritual como de la vida política y económica, frente a la mayoría de la población integrada fundamentalmente por agricultores.

En esta función directora del estamento eclesiástico, destaca el monopolio que ejerce sobre la educación. Esto hace que este estamento agrupe también a la práctica totalidad de las personas con algún tipo de formación, con lo que los oratores acabarán también acaparando las funciones administrativas de los rudimentarios estados de la Alta Edad Media.  Esta combinación de funciones religiosas y políticas hizo que la Iglesia entrara también en la característica lógica feudal que daba a los cargos, en este caso eclesiásticos, un carácter patrimonialista. Así, las posiciones de mayor relevancia en la jerarquía eclesiástica estaba en general ocupados por personas procedentes de las familias aristocráticas, que veían en estos puestos una vía de extender su poder e influencia, pues en efecto la investidura en algún cargo eclesiástico en general llevaba aparejados una serie de beneficios como el  control de los donativos o los impuestos de los feligreses dependientes de ese cargo. Esta confluencia de intereses económicos y políticos en los cargos religiosos fue una causa importante de lo que en general se considera un bajo nivel moral de la clase eclesiástica en esta época, especialmente en sus segmentos más bajos como el de los párrocos. Por ello, algunos de los movimientos religiosos reformistas más importantes de la época, como el de Cluny, tienen entre sus principales objetivos combatir esta degradación de las instituciones eclesiásticas, y en particular eliminar la compraventa de cargos eclesiásticos o la investidura de laicos que sólo tienen interés en el uso económico de los cargos religiosos, junto con otros vicios característicos de la época como la simonía o el nicolaísmo.

Al conformar oratores y bellatores la clase dirigente, y estar ambas clases integradas como se ha indicado por personas procedentes de las mismas familias aristocráticas, especialmente en sus escalones más altos, estos dos grupos mantenían en general una confluencia de intereses y una unidad de acción, al margen de las disputas de poder particulares que pudieran producirse entre algunos de sus integrantes, ejemplificadas de forma especialmente notable en las disputas recurrentes entre Imperio y Papado. Sin embargo, de forma paulatina y al abrigo de los movimientos reformistas antes mencionados, la Iglesia fue adoptando una postura de control sobre una aristocracia que consideraba que la guerra era su única ocupación adecuada. Así, a través de las instituciones de la Paz y la Tregua de Dios, la Iglesia fue tratando de moderar los efectos de esta violencia continua limitando los periodos de actividad militar y protegiendo algunos elementos clave: los campesinos no combatientes, los útiles y los animales empleados en la agricultura, los lugares sagrados, etc. Con estas iniciativas, se sentaron las bases que más adelante permitirían organizar las Cruzadas.

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