El ascenso al poder de los Triunviratos se enmarca en el debilitamiento y desprestigio de las instituciones tradicionales de la República en sus últimos años. Por ello, estos períodos están marcados por las tensiones entre el modelo anterior de tipo republicano y el gobierno de tipo monárquico hacia el que se encamina Roma, lo que hace que los Triunviratos sean muy inestables y den lugar a permanentes conflictos militares.
El proceso de desacreditación del Senado y las instituciones de la República romana fue largo. Se inicia con las derrotas en las guerras celtibéricas (como, por ejemplo, la de Numancia) y llega a un punto extremo con los graves conflictos entre el tribuno Tiberio Graco, su hijo Cayo y el Senado, a cuenta de las reformas de la política agraria pretendidas por el primero, que tuvieron el dramático colofón de que el pretendido salvador del Senado frente a los Graco, Sila, se asentase en el poder mediante un golpe de estado. A partir de este momento, la debilidad del Senado se acrecienta por su desconfianza frente a cualquiera que destaque en el campo militar o de la política, ante el temor de que se repita el caso de Sila, siendo que precisamente tales personas eran las que el Senado necesitaba incorporar para recuperar la eficiencia y el prestigio del gobierno de la República.
Así, el primer Triunvirato de Craso, César y Pompeyo se origina por el desaire del Senado a Pompeyo al retornar éste vencedor de su campaña contra Mitrídates, precisamente por esta desconfianza ante los individuos sobresalientes. En represalia, estas tres personalidades deciden fundar una alianza, mediante la cual consiguen importantes logros personales, en principio empleando y siguiendo los resortes del gobierno tradicional de la República, pero demostrando con la forma en la que acumulan y encadenan encargos y magistraturas que la antigua capacidad de dichos sistemas para evitar la acumulación de poder en individuos concretos está muy debilitada. Sin embargo, pronto se crean desequilibrios en el crecimiento del poder y el prestigio de los tres integrantes del Triunvirato, lo que descompone su alianza, y finalmente deriva en un conflicto militar entre Pompeyo y César.
La larga guerra civil, además de debilitar a Roma, también acrecienta el desprestigio del gobierno tradicional de la República, pues César logra hábilmente publicitarse como el salvador y restaurador de las tradiciones de la República frente a un Senado corrupto controlado por Pompeyo, con lo que da un paso más en la concepción de que la prosperidad de Roma descansa en la capacidad de un individuo particular y no en la solidez de las instituciones. Así, cuando sus asesinos Bruto y Longino tratan de restaurar el gobierno republicano, fracasan totalmente pues ya no cuentan con el apoyo popular, que a la muerte de César se deriva hacia su hijo adoptivo Octavio. Éste forma un segundo Triunvirato junto con Marco Antonio y Lépido, del que Lépido es rápidamente desalojado, asignándose el poder en Oriente a Marco Antonio y en Occidente a Octavio.
Nuevamente el crecimiento de las aspiraciones de Octavio y Marco Antonio, junto con la carencia de un sistema de gobierno que las modere, desembocan en otra guerra civil. En ella Octavio sigue el ejemplo de su padre adoptivo presentándose como el salvador de Roma frente al orientalizado Marco Antonio. Así, al final del conflicto, y deseosa de evitar otra guerra civil como las que la habían azotado en las últimas décadas, Roma acaba entregando el gobierno a Octavio en una modalidad que, pese a la preservación de instituciones anteriores como el Senado, solo puede calificarse de monárquica.