Hoy en día, los testimonios literarios son una de las principales fuentes de conocimiento sobre la historia y el desarrollo de las polis en el periodo clásico, pero para sus contemporáneos el teatro desempeñaba una importante función en la formación política y moral de los ciudadanos y en el desarrollo de la cohesión social de la polis.
El teatro clásico experimentó su periodo de mayor esplendor en Atenas coincidiendo con su época de mayor pujanza política, que se extiende desde las victorias en las Guerras Médicas hasta la Guerra del Peloponeso, en el siglo V. De hecho, la preponderancia de Atenas en el mundo clásico durante ese periodo va ligada a su potencia militar y económica, pero también a su primacía cultural, pues en estos años se concentra en Atenas un conjunto excepcional de figuras creativas, incluyendo a filósofos sofistas como Protágoras y Gorgias, y también a los grandes poetas trágicos, Esquilo, Sófocles y Eurípides, lo que ha llevado a referirse metafóricamente a este periodo como el de la “Ilustración Ateniense”.
Las obras de teatro se representaban en los festivales de la ciudad como las Grandes Dionisias, y contaban con financiación pública, lo que demuestra que se consideraban importantes para la vida de la ciudad. En efecto, los festivales eran un elemento fundamental para desarrollar el sentido de pertenencia a la comunidad y fomentar su cohesión social, factores esenciales para posibilitar la supervivencia de la polis, y el teatro contribuía a este propósito mostrando a los espectadores los paradigmas del ciudadano y de la polis, a través de las peripecias de los héroes trágicos. Por ejemplo, puede destacarse la obra “Los Persas”, en la que se presenta la oposición entre los modelos políticos de la democracia ateniense y de la tiranía persa, como forma de justificación y exaltación de las ventajas del modelo ateniense; y “Antígona”, obra en la que se tratan muchas de las cuestiones de fondo que constituían la identidad griega: la oposición entre el individuo y la colectividad, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y ancianos… Por ello, las obras de teatro eran esenciales para la educación de los ciudadanos en los temas de la vida en comunidad, que los griegos consideraban que sólo podía alcanzarse observando el ejemplo de otros hombres viviendo en comunidad, y junto con ellos los ejemplos ideales mostrados en el teatro. En el contexto de esta función educativa puede entenderse la famosa sanción de Platón a los poetas y su afirmación de la necesidad de someter a los “forjadores de mitos” a un control estatal que asegurase que las enseñanzas que podían ofrecer fueran las adecuadas.
Además de la tragedia, la comedia también tuvo una importante función social, particularmente en los años sombríos de las Guerras del Peloponeso y del declive del poder de Atenas. Así, en las comedias de autores de estos años como Aristófanes pueden encontrarse temas de acuciante actualidad, como la crítica a los malos gobernantes y a los malos educadores, o a la mezquindad de las preocupaciones diarias y a las contradicciones en las que iba cayendo la forma de participación de los ciudadanos en las instituciones democráticas. Como ejemplo, puede destacarse la obra “Lisístrata”, redactada en el contexto de la grave derrota sufrida por la flota ateniense en su expedición a Siracusa. Esta obra recoge la preocupación por la crisis política de la ciudad y la constatación de la necesidad de reformas políticas, con la propuesta pretendidamente cómica de retirar a todos los hombres de sus cargos políticos y entregárselos a las mujeres, que estarían mucho más capacitadas para alcanzar la paz con los espartanos a través del diálogo. La realidad fue, como es conocido, mucho más difícil, pues la larga guerra culminó con un grave desgaste para los contendientes y una dura derrota para Atenas, que marcará el fin de la época de esplendor de las polis griegas.