Para los jugadores veteranos es la mayor (y peor) noticia de los últimos tiempos: Sega de América abandona los videojuegos tradicionales y se convierte en una vulgar desarrolladora de jueguecitos para móviles y juegos online. No sólo eso, sino que además anuncia que va a intensificar su negocio de parques temáticos y merchandising. Así que podemos temernos un futuro para los personajes de Sega similar al de los de Evangelion: animando salones de tragaperras, con Sonic con gesto aguerrido y Amy en bikini.
Tampoco es que en los últimos tiempos Sega haya hecho mucho digno de mención. Poca cosa que pudiéramos echar de menos, si llegara el caso de que Sega de Japón siguiese los pasos de la sucursal americana y echase también el cierre. Dejando aparte algún título concreto, como los Yakuza, su mayor mérito ha sido dar cobijo como distribuidora a algunos buenos títulos, como el Bayonetta de Platinum Games, o (por seguir con mi “obsesión demoníaca” de las últimas semanas) los Otogi de From Software. En cambio, cada juego de Sonic ha sido un motivo de disgusto. Con los menos malos uno intentaba convencerse de que el pobre Sonic iba a levantar cabeza, pero el siguiente bodrio se encargaba de demostrar que no iba a hacerlo. Todo le salía mal a Sonic. Ni siquiera cuando Sega intentó copiar la fórmula del “New Super Mario Bros” logró sacudirse el fracaso de encima: el resultado fue un Sonic 4 en episodios, de los cuales el primero cosechó unos resultados modestos y el resto pasó totalmente desapercibido.
Sega ha hecho muchas cosas buenas, y posiblemente la Dreamcast haya sido una de las últimas, así como los Sonic Adventure de Dreamcast se suelen citar como los últimos grandes juegos de Sonic. Pero también ha sido muy irregular y ha dado muchos tumbos: juegos muy buenos y juegos mediocres, consolas lanzadas casi simultáneamente que se hacían la competencia entre sí, desembolsos millonarios en el desarrollo de algunos juegos que era imposible recuperar… Pero a partir de Dreamcast, todos los tumbos han ido en sentido descendente, igual que los juegos de Sonic: primero se decía que con su apoyo Sega podría decidir la “guerra de consolas” entre PS2, GC y XBOX, pero no pasó de un papel bastante secundario. Con PS3, 360 y Wii se quedó casi reducida a una distribuidora. Pero aun viendo ese declive continuo, a los que crecimos con una Megadrive nos quedaba el consuelo de que Sega aún estaba por ahí y que quizá algún día pudiese volver a ser lo que fue. Pero ahora ha emprendido un camino que la aleja del mundo de los videojuegos, otro tumbo más.
Y decía que es común consenso que los Sonic Adventure fueron los últimos grandes juegos de Sonic, pero pienso que quien dice eso en su momento también se quedó cegado por su deseo de que la saga siguiese siendo lo que fue en Megadrive, y no ha vuelto a jugarlos desde entonces, porque la verdad me parecen unos juegos bastante malos, el comienzo de la pendiente por la que ha caído la saga. Empezando por la ambientación, con Sonic convertido en una especie de “Vigilante Nocturno” chulesco, como muestra la horrenda escena inicial del juego que se puede ver en el vídeo que encabeza esta entrada. Y luego por la mecánica de juego en sí, porque jugar bien consistía en lanzarse adelante con fe ciega en que los desarrolladores, en su sabiduría, habrían dispuesto muelles, aceleradores y rebotadores para que todo funcionase, y jugar mal se penalizaba con quedarse atrapado en un infierno injugable de problemas con la cámara, pendientes que no se podían subir y esquinas que no se podían saltar. Lo malo es que casi todos los juegos de Sonic que vinieron después fueron iguales o peores.