Tras haber escrito hace poco sobre Remember Me, creo que es un buen momento para recordar a otro amnésico ilustre del mundo de los videojuegos: Jack Wade, el héroe cazarrecompensas de Headhunter, “duro, ingenioso, independiente, de pocas palabras y con poco sentido del humor” en palabras del manual del juego, también conocido como “Ass-Hunter” por sus enemigos íntimos.
Headhunter llegó muy al final del ciclo de vida de Dreamcast, y a sus méritos propios como buen videojuego une la pátina que le proporciona ser uno de los últimos grandes títulos de Sega para su última consola, con una distribución bastante limitada que ni siquiera salió de Europa, lo que contribuye a que posiblemente estuviese algo sobrevalorado en su lanzamiento. Jugándolo hoy en día resulta difícil creer que en su momento se publicitase como el “Metal Gear Solid – Killer”, porque el control de las acciones de sigilo es pésimo, y las (escasas) fases en las que el juego nos obliga a emplearlo son un auténtico tormento. Casi me puedo imaginar a los desarrolladores del juego tratando de digerir este estátus: “Oye, que dicen que estamos haciendo el MGS-Killer”, “Pero qué dices, si tenemos un juego con un tío que va en moto con gafas de sol y una escopeta”, “Que no, que es el MGS-Killer, que hay que meter fases de sigilo”. El resultado es un protagonista que tiene el mismo concepto de sigilo que Bruce Willis en “Die Hard – La Jungla de Cristal”: esconderse un poco detrás de una columna para acto seguido lanzarse en plancha sobre los enemigos, disparar a diestro y siniestro, derribar paredes y prender fuego al edificio.
Así que olvidémonos del sigilo y del MGS-Killer y centrémonos en los momentos en los que el juego brilla: las fases de disparos con coberturas, las escenas de vídeo con las fanfarronadas y el humor surrealista tan característicos de Sega, recorrer la ciudad en una moto de una potencia absurda cuyo encanto radica en que sea tan incontrolable.
El video que encabeza este post presenta uno de esos momentos: la escena final del primer disco del juego. Acabamos de vaciar la cuenta bancaria del jefe mafioso de turno, que reacciona abriendo el portal web “SafeOrSorry.com” para que los ciudadanos de Los Ángeles le devuelvan su dinero mediante donaciones individuales, ya que de lo contrario hará explotar una serie de bombas nucleares distribuidas por toda la ciudad. Empieza así una carrera contrarreloj para desconectar las bombas, una escena muy cinematográfica que, volviendo a insistir sobre las raíces del personaje, casi me parece un homenaje a Bruce Willis en “Die Hard – La Jungla de Cristal 3 – La venganza”. Además la escena tiene el mérito de una dificultad a la antigua usanza: tiempos bastante ajustados, y si no consigues desconectar alguna de las bombas hay que volver a empezar desde el principio, desde la primera bomba. Una característica esencial para que la escena funcione porque hace que el jugador realmente experimente tensión al ver la cuenta atrás. El resultado de nuestra hazaña, y la recompensa que recibe nuestro héroe, es otro de los grandes momentos del juego que merece la pena descubrir.