Friedrich Schelling (1775 – 1854) conforma, junto a Fichte y Hegel, la tríada de grandes autores de referencia del idealismo alemán; donde Fichte puede ser asociado al aspecto volitivo y Hegel al racional, en el estudio de la obra de Schelling se suele enfatizar ante todo el elemento estético [1]. Pero Schelling es también el gran filósofo de la naturaleza en el romanticismo. Su visión orgánica, holística y dialéctica de la naturaleza y de la filosofía de la ciencia tuvo gran influencia sobre Hegel, y también sobre científicos del siglo XIX [2].
1. Introducción
Hijo de un pastor protestante, Schelling se educó como teólogo en seminario de Tubinga, donde tuvo como compañeros de estudios a Hegel y Hölderlin. Sin embargo, abandonó pronto su vocación religiosa para iniciar una carrera en la filosofía, complementada con un amplio abanico de intereses que abarcaban el derecho y la filología clásica, pero también las ciencias, la medicina y las matemáticas. Sus capacidades destacaron tanto que le llevaron a ocupar, en sustitución de Fichte y con tan solo 23 años, la cátedra de Filosofía de la Universidad de Jena, gran centro intelectual de la Alemania de la época, y hogar, entre otros, de Goethe y Schiller. Durante su estancia en Jena, y de la mano de la que sería su futura esposa, Caroline Schlegel, Schelling se integró en este «círculo romántico» de Jena; se le considera, de hecho, el filósofo del círculo [3].
Se suelen distinguir diferentes etapas en el pensamiento de Schelling [3]. Destacan, entre ellas, la que podría denominarse etapa del «idealismo trascendental», con obras como Sistema del idealismo trascendental (1800) y Bruno o sobre el principio natural y divino de las cosas (1802), en las que este autor desarrolla un sistema idealista en el que, en diálogo con Fichte, enfatiza la importancia de la identidad y la autoconsciencia; y la etapa que arranca como consecuencia del cambio de perspectiva que le produce la muerte de su esposa, Caroline, y en la que su principal ocupación es la libertad, con obras como Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados (1809), una de las más influyentes en el conjunto de la producción del autor.
En esta evolución, el interés sobre la filosofía natural aparece en una época temprana. Los resultados se pueden encontrar en dos obras principales, publicadas en rápida sucesión en torno a la época de Schelling en Jena: Las Ideas para una filosofía de la naturaleza (1797) y la Introducción al proyecto de un sistema de filosofía de la naturaleza (1799). Sin embargo, el interés y las aportaciones de Schelling a la Naturphilosophie no se agotan en estas obras tempranas, sino que, como se presentará en este ensayo, las ideas que se derivarán de estos estudios servirán de germen para ideas que aparecen en sus posteriores trabajos sobre el idealismo trascendental y la cuestión de la libertad.
2. Necesidad de la Naturphilosophie
Schelling presenta su filosofía natural contra un claro rival: el mecanicismo resultante de la interpretación rigurosamente determinista de la ciencia de su época, una ciencia por otra parte puramente empirista. Asociada a esta crítica a la visión mecanicista, Schelling pretende criticar también la preponderancia de la razón instrumental que conlleva la ciencia mecanicista. El propósito de la confrontación con este rival es igualmente claro: restaurar los enlaces entre ciencia, teología y filosofía que llevaban rotos desde Galileo [4]. Schelling acomete esta empresa en el contexto de los grandes avances científicos de la época, en campos como la química, la electricidad o el magnetismo, protagonizados, entre otros, por Lavoisier, Cavendish o Faraday; cabe destacar que el propio Schelling tenía una adecuada formación científica en estos temas, obtenida en buena medida en su estancia en la Universidad de Leipzig en 1796-1798 previa a su incorporación a la Universidad de Jena [2,3].
El enfoque más o menos explícitamente declarado de la investigación científica de la época era puramente empirista: la ciencia partiría siempre de observaciones experimentales, las cuales servirían para elaborar generaciones e inferencias que a la postre culminarían en una teoría. La base teórica que Schelling utiliza para enfrentar este estricto empirismo es el de los conceptos sintéticos y a priori de Kant. Para Schelling, los fenómenos de la naturaleza responden a conceptos sintéticos y a priori, y pueden por lo tanto ser deducidos de forma puramente racional, sin que sea preciso pasar por el procedimiento de observación-generalización del método empírico; más aún, son estos razonamientos a priori, que en su forma más completa se conforman en una teoría, los que dan sentido a los experimentos, y no a la inversa: un experimento no es para Schelling algo que se realice de forma absolutamente aséptica, «en el vacío», sino algo que siempre se hace desde los presupuestos de una teoría. Así, Schelling propone un método científico según el cual no es posible realizar experimento alguno de interés si no se tiene antes una teoría, pues es la teoría la que permite identificar las preguntas pertinentes, las formas de emplear experimentos para responderlas y los modos en los que los resultados del experimento pueden interpretarse, idea en la que se pueden rastrear claros precedentes del concepto de teoría en la filosofía de la ciencia más reciente. Schelling declara que esto no pretende negar el papel necesario de la experiencia, de la parte sintética, pues, al contrario, recuerda que «no sabemos nada que no sea a través de la experiencia» [5]; lo que busca es una recuperación de un balance adecuado frente a la importancia excesiva que a su juicio estaba tomando el elemento puramente empírico en la ciencia de su época. Pero no puede negarse que el elemento constructivista tiene un papel siempre preponderante en sus planteamientos [2], muy superior al que estaría dispuesto a aceptar un filósofo de la ciencia actual.
En efecto, Schelling afirma que si bien la construcción a priori no puede contradecir la experiencia, tampoco está subordinada a ella: en opinión de Schelling, una construcción teórica correcta se adelanta a la propia experiencia, y de hecho es lo que le da sentido. Así pues, para Schelling es precisa una filosofía natural no como una mera herramienta que analice los conceptos que la ciencia va proponiendo, sino como disciplina que dota a la ciencia de estos conceptos fundamentales y que, de este modo, proporciona un marco teórico a cualquier observación experimental que se pueda hacer posteriormente. Schelling justifica esta validez a priori de los conceptos de la filosofía de la ciencia afirmando que el proceso de construcción de estos conceptos se realiza en analogía o emulando la propia construcción de la naturaleza, de forma que si esta construcción de los conceptos se realiza de forma correcta, sus resultados necesariamente han de corresponder con los tomado por la naturaleza en su construcción y, por lo tanto, han de ser válidos [2].
La filosofía de la ciencia así planteada tiene como siguiente objetivo prioritario recuperar la unidad de la ciencia. Schelling pretende superar la compartimentación a su juicio excesiva de la ciencia experimental de su época, recuperando una visión holística en la que cada elemento es una imagen o un símbolo del todo: el razonamiento de la filosofía de la naturaleza de la naturaleza misma, y los diversos fenómenos naturales de los fenómenos análogos que se producen a diferentes escalas. Y, por último, mediante esta renovada colaboración entre ciencia y filosofía, perdida con la imposición del método empírico-experimental, Schelling pretende despojar a la ciencia de la metafísica oculta, implícita, que según él lleva aparejada este método: una metafísica puramente determinista, de una naturaleza reducida a cantidad y movimiento y entendida estrictamente en términos de materiales o recursos pasivos disponibles para el trabajo humano; presupuestos metafísicos que además de no gozar para Schelling del apoyo de evidencia experimental alguna, tampoco se sostienen bajo el escrutinio del análisis a priori de la filosofía de la naturaleza. Se trata, en fin, de recuperar la integración de la naturaleza y el hombre, y, en este contexto, de la idea de la libertad, superando el extrañamiento de una naturaleza reducida a una pura combinación de relaciones mecánicas, una naturaleza externa al hombre y entendida como un simple recurso. Para Schelling, y como se desarrolla en las siguientes secciones, la naturaleza ha de entenderse, en cambio, como un organismo unitario, vivo.
3. La naturaleza como un sistema dialéctico: Ideas para una filosofía de la naturaleza (1797)
En el desarrollo del sistema filosófico de Schelling para la naturaleza, el concepto de polaridad tiene una importancia fundamental [2,3]. Para Schelling, todo movimiento y toda acción en la naturaleza se origina de los balances que genera la dualidad de un sistema de fuerzas en oposición; la polaridad, como concepto sintético, tiene por lo tanto rango de ley universal. La elaboración de este concepto se desarrolla, como es común en la obra de Schelling, mediante una serie de analogías que abarcan tanto los conceptos que proporciona la razón, como el mundo inanimado y los organismos vivos [2].
En esta analogía, el elemento que entra en juego desde la filosofía es la dialéctica, con sus tres momentos clave de identidad, diferencia e indiferencia: la separación de una unidad en una dualidad, cuyos extremos, inicialmente opuestos, se reunifican en una nueva unidad mediante una etapa de síntesis. En el mundo inanimado, este proceso dialéctico, evolutivo, se desarrolla por el juego de los tres procesos fundamentales para la ciencia de la época y que más interés despertaban en los científicos contemporáneos a Schelling: los procesos magnéticos, los eléctricos y los químicos. Por último, en fiel desarrollo de la idea de la naturaleza como organismo unitario en la que cada uno de sus elementos refleja a los otros, estos tres procesos se trasladan a los seres vivos mediante el concepto general de excitabilidad y sus tres vertientes: sensibilidad, irritabilidad e impulso reproductivo.
En el ámbito de los fenómenos físicos, el magnetismo corresponde al momento de la identidad inicial: en un imán, los dos polos aparecen siempre unidos en un mismo cuerpo. La electricidad, en cambio, es la etapa de la diferencia, de la fuerza que se escinde en diferentes cuerpos y genera una repulsión entre ellos. La síntesis química es, por último, la etapa de la indiferencia que cierra la iteración del proceso dialéctico: la unión de diferentes cuerpos en uno solo que representa la vuelta a la unidad.
De modo equivalente, mientras que el mundo físico es movido por la polarización y la oposición de fuerzas, los organismos vivientes lo hacen a través de la excitabilidad: en este caso no es la fuerza externa la única responsable de la acción, sino que en los organismos estos factores externos actúan excitando la capacidad interna de producción y acción del propio organismo. En este caso, la oposición de fuerzas de atracción-repulsión se traslada al juego entre la sensibilidad y la irritabilidad: la sensibilidad es la instancia que recibe los estímulos externos y establece una acción en respuesta, mientras que la irritabilidad es la respuesta física en sí. Schelling acude para ilustrar esta dualidad al conocimiento médico de su época que explica la acción de los organismos como la respuesta del sistema nervioso y del muscular: la sensibilidad estaría asociada al sistema nervioso, que recibe los estímulos externos y los transmite, mientras que la irritabilidad se corresponde con el sistema muscular, que actúa en función de las señales que le envía el sistema nervioso. Se tiene así la dupla sensibilidad-irritabilidad correspondiente a las etapas iniciales de identidad-diferencia del proceso dialéctico que mueve toda la naturaleza, y para cerrar este proceso solo resta la fuerza reproductiva como generadora de una nueva unidad. Schelling aprovecha además este planteamiento para encajar la idea de la gradación de los seres vivos, tan en boga en la biología de su época, identificando esta gradación en función del balance de las tres facetas de la excitabilidad: los seres humanos, desde su cúspide en la escala de la creación, representarían el caso máximo de predominio de la sensibilidad, para a continuación tener una importancia creciente de la irritabilidad a medida que se desciende en la escala a través de los diversos animales, terminando en la preponderancia de la fuerza puramente reproductiva en los seres vivos inferiores.
Este estudio, individualizado para los fenómenos físicos y los organismos vivientes, es para Schelling válido para la naturaleza como un todo: la naturaleza holista de Schelling, concebida como un organismo, opera a través de una sucesión de ciclos en los que, partiendo de la naturaleza en su conjunto, como un organismo unitario, surge primero la escisión como consecuencia de la polarización y de las fuerzas contrapuestas, a la que sigue un impulso de regreso al equilibrio y a la unidad, constituida ahora como indiferencia del par anteriormente opuesto; ciclo este que se repite indefinidamente, alcanzando grados cada vez más altos de oposición y de retorno a la identidad.
4. La naturaleza como un sistema autoorganizado: Introducción al proyecto de un sistema de filosofía de la naturaleza (1799)
De acuerdo a esta concepción de la naturaleza como sistema dialéctico, activada por las fuerzas contrapuestas de la polarización y la excitabilidad, surge una naturaleza que definitivamente no es concebida no como un ente estático, sino como un proceso dinámico, un permanente «llegar a ser» en el que se implica la naturaleza al completo. En palabras de Schelling:
Una corriente de agua fluye en línea recta mientras no encuentre un obstáculo. Cuando hay una resistencia, se forma un remolino. Cada producto original de la Naturaleza, cada ser organizado, es como uno de estos remolinos. El remolino no es algo inmóvil, sino algo que constantemente se transforma, pero que se vuelve a reproducir a sí mismo en cada momento. Así, ningún producto de la Naturaleza es fijo, sino que se reproduce a cada instante mediante la fuerza de la Naturaleza al completo (no vemos en realidad subsistencia de los productos de la naturaleza, sino su continua reproducción). La Naturaleza como un todo coopera en cada producto.
F. Schelling, Introducción al proyecto de un sistema de filosofía de la naturaleza [5]
Palabras clave de esta explicación son «transformación», pero también «Naturaleza como un todo». Es la Naturaleza al completo, una Naturaleza holista, la que está implicada en estos procesos. Surge así una segunda idea fundamental de la Naturphilosophie de Schelling, que por causa de ciertos recientes descubrimientos en ámbitos de la biología y las matemáticas puede resultar particularmente vigente en los últimos años [2]: la idea de la naturaleza como un sistema autoorganizado.
Los organismos se caracterizan por ser una existencia «en sí misma», por organizarse a sí mismos de modo que cada parte presupone el todo; no son meros agregados de elementos, sino que constan de una interconexión y una autoorganización de estos elementos. Del mismo modo, la naturaleza de Schelling, como organismo, es autoproductiva. Esta visión autoorganizada de la naturaleza pretende superar la visión, para Schelling, excesivamente simplista y reduccionista que proporciona la imagen de la naturaleza como mero mecanismo. La autoorganización es, de hecho, previa al mecanismo, es lo que explica el mecanismo. Como puede leerse en la Introducción al proyecto de un sistema de filosofía de la naturaleza:
(…) el universo es un organismo, y un organismo universal es la condición misma (y, en esta medida, el factor positivo) de un mecanismo.
F. Schelling, Introducción al proyecto de un sistema de filosofía de la naturaleza [5]
Esto es así porque, para Schelling, un mecanismo simple no puede dar una explicación suficiente de la complejidad de la naturaleza, no ya en el ámbito de lo orgánico y los seres vivos, sino incluso en el inorgánico; y sostiene Schelling que lo complejo no puede originarse de lo simple, sino que la derivación opera en sentido opuesto: lo simple se origina en lo complejo, el mecanismo en el organismo.
Y en la cúspide de esta escala de complejidad, en el resultado final de los sucesivos procesos de escisión-síntesis que se producen a lo largo de etapas de autoorganización cada vez más complejas, se llega al límite de la evolución, que no es otro que la libertad. Se tiene así un elemento esencial en el reencantamiento de la naturaleza frente a la concepción mecanicista y pasiva predominante en la ciencia de la época, en su transformación en un ente activo afín al hombre, y de este modo también una vía para superar el extrañamiento entre el hombre y la naturaleza que en el mundo de Schelling, de una incipiente revolución industrial, se iba haciendo cada vez más patente, como denunciaría Marx algunos años más tarde. Y, del mismo modo, también se da ese paso en la recuperación de una naturaleza no como recurso a explotar, sino como medio que merece un respeto.
Pues, en efecto, en este sistema desaparece la cuestión de la libertad como diferencia ontológica entre los seres humanos considerados como únicos entes morales, y una naturaleza puramente física y determinista [6]. La libertad humana, aspecto fundamental en la filosofía de Schelling, como se ha indicado, es para este filósofo tan imprescindible como condición de posibilidad de cualquier filosofía como lo era para Kant; en Lo incondicionado sobre el conocimiento humano, escribe:
El primer asunto de la filosofía, el libre actuar sobre uno mismo, me parecía tan necesario como el primer postulado de la geometría, dibujar una línea recta. Tanto como el geómetra no prueba la línea recta, el filósofo no debería intentar probar la libertad.
Keith R. Peterson. Translator Introduction. En Friedrich Schelling, First outline of a system of the philosophy of nature [7]
Pero esa libertad no es una característica humana ajena a la naturaleza, algo que esté en una esfera situada fuera del alcance del mundo físico, como presupone la naturaleza reducida a mecanismos físicos que la ciencia de la época de Schelling muestran como completamente deterministas. Por el contrario, es algo que forma parte de la totalidad de la naturaleza: la libertad y productividad humana es un reflejo o una consecuencia de la libertad y productividad de las que goza la naturaleza como un todo. Para Schelling, la naturaleza, como organismo del que los seres humanos son un elemento, es así la única guía posible de los hombres en su itinerario vital, la única mediadora entre el mundo cotidiano, el mundo de los fenómenos, de un lado, y la trascendencia del otro [4].
5. Conclusiones
Resulta fácil desacreditar la filosofía natural de Schelling como una antigualla obsoleta o como una pintoresca peculiaridad histórica. Y, en efecto, su tendencia al misticismo o su claro abuso de las analogías difícilmente justificables hace que no pocos autores culpen a la influencia de filosofías naturales idealistas como la de Schelling del retraso comparativo que padeció la ciencia alemana frente a la británica y la francesa durante las primeras décadas del siglo XIX [2]. En el extremo opuesto, las pretensiones de rehabilitar esta filosofía en base a la supuesta anticipación de conceptos científicos contemporáneos como la complejidad emergente o la autoorganización puede resultar tentadora. Pero posiblemente ambos extremos sean igualmente erróneos.
Comenzando por el segundo, debe destacarse que, si bien algunos autores contemporáneos defienden una «teoría de la autoorganización dura» según la cual, y en cierta coincidencia con Schelling, la autoorganización da lugar a un orden jerárquicamente diferente al de los mecanismos simples subyacentes, un orden que (como sostenía Schelling) no puede explicarse en base a estos mecanismos (para una exposición actual de esta «teoría dura», puede consultarse la Unidad Didáctica II del manual del profesor San Martín Antropología Filosófica II [8]), esta visión es patentemente inconsistente con las teorías físicas y matemáticas que en apariencia se invocan para justificarla. Por el contrario, estas teorías siguen un enfoque totalmente opuesto (también al de Schelling) según el cual la complejidad y la autoorganización emergen a partir de mecanismos subyacentes simples; esta complejidad puede ser tal que resulte en la práctica imposible predecirla a priori a través de los mecanismos, pero son los mecanismos simples que operan en la base los que explican la emergencia de estructuras complejas en la cúspide, y no a la inversa [9]. Pretender reducir la idea de Schelling de autoorganización a este concepto científico actual supondría privarla de elementos fundamentales como su consideración holista de la naturaleza.
Por otra parte, respecto de la primera crítica, es como se ha indicado indudable que la Naturphilosophie de Schelling abunda en detalles que resultan muy difíciles de aceptar para un lector actual. Sin embargo, resulta conveniente no ceder a la crítica simplista de negar el todo por la parte (por otro lado, difícil de evitar en autores que como Schelling pretenden aún crear un «sistema filosófico» omniabarcante; posiblemente, los autores del romanticismo fueron históricamente los últimos en caer en esta tentación que la filosofía venía arrastrando desde la antigüedad). Pero más allá de las justificaciones (pseudo)científicas de Schelling que han quedado claramente obsoletas o de su abuso de las explicaciones mitológicas y de las analogías, no se pueden dejar de lado contribuciones importantes de Schelling, que sin duda sirvieron y siguen sirviendo para alcanzar avances, en cuestiones como la crítica de los límites del naturalismo estricto a la hora de considerar la naturaleza humana; la necesidad de recuperar una relación positiva, ecologista, con la naturaleza, que Schelling planteó ya en el momento mismo del despegue de la Revolución Industrial; o, en aspectos más puramente relacionados con la filosofía de la ciencia, la crítica del método empirista «aséptico» como una ficción inviable, por cuanto todo trabajo empírico presupone una teoría previa, como resaltan las teorías de la ciencia más actuales [10]; también la naturaleza misma de estas teorías, que siempre tienen un elemento racional, a priori, que es esencial en ellas: pues, en efecto, aunque la formulación de Schelling en base a los conceptos sintéticos a priori se le podría «atragantar» a más de un científico actual, cualquiera que haya hecho ciencia tendrá que admitir que la elaboración de hipótesis y teorías tiene importantes elementos intuitivos y racionales a priori; o, a un nivel más profundo, la denuncia de que la ciencia empírica y mecanicista de su época, supuestamente tan libre de presupuestos, acarreaba en cambio consigo un considerable bagaje de postulados filosóficos no siempre claramente explicitados, e incluso una metafísica (concretamente, una materialista y determinista), que además de no estar justificada o validada por los procedimientos experimentales que reclamaba este empirismo como fuente única del conocimiento, no es tampoco la única metafísica compatible con los resultados de estas ciencias. Por estos motivos, y más allá de las peculiaridades de su obra o de los aspectos que haya que rechazar por haber sido claramente superados, Schelling sigue siendo un autor relevante, tanto por la influencia histórica de sus planteamientos, como por la pertinencia que algunas de sus ideas pueden seguir teniendo en la actualidad.
Referencias
[1] Jacinto Rivera de Rosales. Arte y mitología en Schelling, en Luis Vega Reñon, Eloy Rada García, Salvador Mas Torres (editores), Del pensar y su memoria. Ensayos en homenaje al profesor Emilio Lledó. Librería UNED, 2001.
[2] Antonio Pérez Quintana. Filosofía de la naturaleza y ciencia: Schelling. Symposium Internacional Ciencia y Romanticismo, 2002.
[3] Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph, en José Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía. Editorial Ariel, 2009.
[4] Helmut Fricke, Mercedes Comellas. Naturphilosophie und Romantik. mAGAzin 16, 50-55, 2005.
[5] Friedrich Schelling, First outline of a system of the philosophy of nature. State of New York University Press, 2004.
[6] Andrew Bowie. Nature and freedom in Schelling and Adorno. En Lara Ostaric (editora), Interpreting Schelling: critical essays. Cambridge University Press, 2014.
[7] Keith R. Peterson. Translator Introduction. En Friedrich Schelling, First outline of a system of the philosophy of nature. State of New York University Press, 2004.
[8] Javier San Martín Sala. Antropología Filosófica II. UNED, 2015.
[9] Hendrik Jeldtoft Jensen. Self-Organized Criticality. Cambridge Lecture Notes in Physics, 1998.
[10] José A. Díez, C. Ulises Moulines. Fundamentos de Filosofía de la Ciencia. Editorial Ariel, 2008.