Así habla Rodin mientras lanza una pistola tras otra. Son sólo dos frases, pero encierran la filosofía según la que funcionan muchísimas cosas: las fábricas chinas, los restaurantes baratos, el catálogo de PS2. Haga la prueba: es sorprendente la cantidad de situaciones de nuestra vida cotidiana que se pueden reducir a estas dos frases.
Por suerte, Bayonetta no comparte este principio. Sólo hay que ver el gesto de disgusto con que recoge esas pistolas, y compararlo con su reacción cuando recibe sus armas artesanales poco después. Todo en Bayonetta gira en torno a la idea de que lo importante no es hacer cosas, sino hacerlo con estilo. Empezando por la escena inicial, que encabeza esta entrada, que es una maravilla por su ritmo, por la forma en que Bayonetta se desembaraza de su túnica blanca para desvelar su auténtico aspecto, y por la música, con ese “Fly Me to the Moon” que siempre que suena resulta emocionante, ya sea en las versiones originales de Harnell o Sinatra, en los créditos de Evangelion, o acompañando a Bayonetta en su pelea con los ángeles.
Desde luego, buena parte del éxito radica en el carisma de Bayonetta. No hay más que comparar este juego con Metal Gear Rising: Revengeance, otra de las obras recientes de este estudio, para ver que sin Bayonetta la cosa no funciona tan bien. Pobre Raiden, se esfuerza tanto por parecer guay con sus gestos y sus poses tras despedazar a sus enemigos con su espada, pero sólo consigue ser un poco pesado. Su pasado en MGS2 le pesa demasiado. En cambio, con Bayonetta casi estaríamos dispuestos hasta a compartir su chupa-chups. Si nos dejara.